jueves, agosto 14, 2008

A mi nunca me lo dijo...

Alfabéticamente siempre seré de los últimos. Mis padres coincidieron en la decimonovena letra del alfabeto español y no tengo de donde escoger. Los dos suenan igual de fuertes y contundentes. Admito que tuve problemas al aceptar mi nombre por completo, en aquellos ayeres deseaba uno más exótico y globalizado como Jessica, Ashlee, Valery, Jenny, Summer y todo lo que sonara a nombre de muñeca sin genitales. Incluso anhelaba conocer a Ken en el salón de clases, casarme con él y viajar a Hawaii. Obviamente el encanto se acabó cuando me di cuenta que barbie era más feliz al no sufrir problemas hormonales y no menstruar, y que Ken en realidad era un borracho, mujeriego que solo quería mi amistad.
Ahora Susana no es el problema sino la bizarra e irónica historia que envuelve el origen de mi nombre. Soy una revista, soy una flor y soy una santa. Me molesta ese tipo de revistas, soy alérgica a las flores y de santa no conocí ni el claus.
El hecho es que las mujeres tendemos a ser muy dramáticas y sentimentales para elegir nombres pues la misma naturaleza y los nenucos que defecan, nos han obligado a llevar en los hombros tan acentuada responsabilidad. "El primógenito tendrá el nombre que yo quiera" esa es la escena que a diario se representa en el instituto mexicano del seguro social; no por nada se dejó embarazar. En cambio, los hombres son demasiado machos y egocéntricos y solo prefieren las letras jr al final; solo hay que decirles que los nombres unisex no existen.
Y qué decir de los parientes y amigos, suelen ser un problema a la hora de dar su opinión. En ese preciso momento podemos afirmar quiénes aprecian nuestra amistad y quiénes desean que nuestros hijos sean felices. Decir que Erculinda es un nombre adecuado y original para estos tiempos es una reverenda embarrada de excremento y pensar que mi hijo -el próximo doctor que descubrirá la cura contra el cáncer- se podría llamar Ulfulfio pues le da personalidad e intelecto, es un escupitajo verdoso en la cara. Tal vez por eso son estériles.

Pero lo peor, lo más vergonzoso y el centro de este deprimente escrito es que ninguna de estas circunstancias influyen positiva o negativamente cuando entras al asqueroso y deplorable mundo estudiantil. Te vuelves un número infinito y antes de dar los buenos días te presentas con la matrícula: soy un pendejo1234. ¿Para qué me dieron un apellido si los últimos 20años de mi triste existencia fui el #27 de la lista? ¿Qué caso tiene nombrar cuando el asunto es enumerar? Nos estaríamos ahorrando dinero, esfuerzo, discusiones, divorcios, papel, vergüenzas, insultos, apodos; y sobre todo estaríamos apoyando a la inepta y heteroflexible base de datos del Kingdeivid por su mala ortografía. Es Reyes, no Rellez.





...pero sé que lo sentía.

1 comentario:

Lily dijo...

¿Por qué coincidimos tanto!?

Saludos :)