Presiento que no erré al tomar dos materias con el mismo maestro. Nunca he sido de esa idea pues resulta bastante aburrido escuchar las mismas historias; un día descubren que la leche es blanca y lo dicen en los 24 grupos que tienen, claro ése es el principal objetivo de su trabajo: sacarnos de la ignorancia, pero el recicle ya es para discutirse. ¿Cuántos maestros pierden el interés y se ahogan en la cotidianidad de sus cartas descriptivas? ¿Cuántos responsables de la enseñanza no matan a golpes perezosos las ganas de aprender? Millones de educadores andan por las aulas recibiendo un sueldo y asfixiando la conciencia del aprendiz.
Pero cuando realmente te enfrentas a una persona enamorada de su profesión y de un deseo insaciable de mostrar más allá de los libros, es verdaderamente una maravilla. Contagian de pasión cada centímetro de loseta y las paredes vibran al sonido de la experiencia auténtica. Lamentablemente, puedo contar con los dedos de mis manos a esos maestros que han dejado huella en mi desarrollo básico y profesional y me atrevo a escribir en este irracional pedazo de ciberespacio que ellos no piensan en el reconocimiento insípido de las plaquitas y diplomas, más bien piden a gritos que se adhieran al aprendizaje tanto como la sanguijuela a la piel.
Este maestro es uno de ellos, es la mismísima sanguijuela pegada a una idea fundamental para lograr la felicidad total: hacer y disfrutar. O al menos fue la impresión que me dejó al empezar la clase con fechas, motivos, mapas, sarcasmos y mucho pesímismo ante tanta injusticia mundial.
Ojalá pueda gozar de esa posibilidad algún día y no solo como maestra, sino también como persona en cualquier ámbito social.
Esta vez, me fui de lleno a la modalidad semiescolarizada que proporciona nuestra querida facultad y, aunque en su mayoría son sociólogos y los quiero estrangular, me parece que puedo vivir con ello y con uno que otro que esta de muy buen ver. En fin, ya veremos...
Pero cuando realmente te enfrentas a una persona enamorada de su profesión y de un deseo insaciable de mostrar más allá de los libros, es verdaderamente una maravilla. Contagian de pasión cada centímetro de loseta y las paredes vibran al sonido de la experiencia auténtica. Lamentablemente, puedo contar con los dedos de mis manos a esos maestros que han dejado huella en mi desarrollo básico y profesional y me atrevo a escribir en este irracional pedazo de ciberespacio que ellos no piensan en el reconocimiento insípido de las plaquitas y diplomas, más bien piden a gritos que se adhieran al aprendizaje tanto como la sanguijuela a la piel.
Este maestro es uno de ellos, es la mismísima sanguijuela pegada a una idea fundamental para lograr la felicidad total: hacer y disfrutar. O al menos fue la impresión que me dejó al empezar la clase con fechas, motivos, mapas, sarcasmos y mucho pesímismo ante tanta injusticia mundial.
Ojalá pueda gozar de esa posibilidad algún día y no solo como maestra, sino también como persona en cualquier ámbito social.
Esta vez, me fui de lleno a la modalidad semiescolarizada que proporciona nuestra querida facultad y, aunque en su mayoría son sociólogos y los quiero estrangular, me parece que puedo vivir con ello y con uno que otro que esta de muy buen ver. En fin, ya veremos...
no fui suficiente para él...
2 comentarios:
En realidad no entiendo por que el odio hacia los sociologos, si tan buena gente son preocupandoose por todo y haciendo en realidad nada.
Saludos!
:D
Me caen bien lo sociólogos. Estaba harta de mis compañeros comunicólogos, aunque sé que pronto no soportaré tanto estudio social, pero definitivamente lo prefiero a verle la jeta todo el dia a un grupo de psicólogos (ya lo hice en la intersemestral).
A fin de cuenta, todos: humanos. Por eso no soporto mucho tiempo a unos o a otros. Ni a mi.
Que amargada y apática que ando. Ocupo un novio atletico y voraz.
Saludos Susan...a
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