sábado, marzo 25, 2006

Fragmentos...

3 de septiembre de 1666

Me atormenta una extraña melancolía que es en parte añoranza, en parte soledad y en parte un anhelo que no alcanzo a nombrar. Qué absurdo sentirse sola en la corte cuando estoy rodeada de damas y caballeros, y estos últimos buscan mi compañía casi tanto como la marquesa y el virrey. Las damas me siguen la corriente pero no me aprecian. Cuando llegué a la corte, ninguna de ellas quería compartir su lecho conmigo, de modo que me asignaron al camastro junto a la ventana, donde, según las oí cuchichear, esperaban que me diera un aire que me obligara a marcharme de palacio. La virreina no tolera enfermedades en su séquito, dicen. No se dan cuenta de que el aire que respiraba en la hacienda de mi abuelo, allá en las colinas, era mucho más frío que el de la ciudad. Además me gusta tener mi propia cama, por incómoda que sea...