...que en mi vida paralela quiero convencerte de que esto funcionó

La verdad es que no puedo estar ajena a todo esto del año nuevo y sus derivados. Y por consecuente, pienso que lo más natural y racional es que haga de este post una descripción no-a-detalle de lo que estuve viviendo durante el 2007.

Sin embargo, eso sería la peor aberración que podría cometer pues ¿para qué contar todo lo que ya está escrito aquí? No me la pasé todo el año escribiendo para que de buenas a primeras, en un solo post dé resumen a cada una de las situaciones aburridas que viví, que estúpido.

Pero lo que si estoy dispuesta a ventilar es que fue un año que perdí por estar esperando. Estos 12 meses los bautizo como la espera anhelada de la Susanska. Y es que sin sonar simplona y mal agradecida, estuve esperando en vano y jamás llegó lo que quería.

Supongo que al hacer el trámite allá arriba, mis documentos se traspapelaron y no han sido atentidos. Seguramente están siendo archivados para ser revisados en unos 90 años. Creo.

Bueno, en pocas palabras no me esforcé pues. Por más que la vida se empeña en enseñarme y darme oportunidades, le sigo dando bofetadas. Caso perdido.

Por otro lado, este año sentí cómo la amistad se va haciendo cada vez más fuerte. Adoro a todos mis amigos. Solo hay una mujer (sin contar a mi madre y hermana) que le puedo decir Te Amo sin poner en duda mi sexualidad y solo hay un hombre que puede manosearme sin temor a que me embarace. Me gusta la frase que dice: el verdadero amigo es aquél que está a tu lado cuando preferiría estar en otra parte porque siento que es verdad y más real que citar la estúpida planta que florece con el tiempo bla bla; siempre contarán conmigo a pesar de que me de un torzón y necesite ir al baño.

¡Ay! ¿pero cómo se gasta la vida? Siento tantos cartuchos en mi pecho que deben ser disparados. Odio los comienzos cuando todos comienzan. Por eso ya me adelanté y ya comienzo a comenzar.

A mis tres queridos fieles lectores: Feliz año.

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Gracias a la vida, que me ha dado tanto

me dio dos luceros, que cuando los abro

perfecto distingo, lo negro del blanco

y en el alto cielo su fondo estrellado

y en las multitudes el hombre que yo amo.

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