Compartiré con ustedes un pequeño acontecimiento que me hizo reflexionar acerca del deseo que un hombre provoca en una mujer y que simplemente me hace exclamar: ¡Ese Leónidas si que es todo un papito! jaja. En sí, la perfecta cuestión que hace a este hombre -ficticio o no-despertar los deseos más profundos de una mujer, es la seguridad y el firme compromiso de proteger a lo que más ama en la vida. Cursi o no, eso derrite a las viejas y es de mujeres admitirlo.
He aprendido a aceptar la naturaleza femenina que, impuesta o no, la protección es fundamental y el hecho de que tengas a tu lado a una persona que cuide y resguarde tus sentimientos, te hace dar el 100% de lo que eres y sobre todo, te permite sentirte libre de ser quien debes ser aún cuando tus principios moralistas y la sociedad, te impiden ofrecer algo más. Osea que entre más segura más afloja jaja. Pero ¡aguas!, la venganza es mujer.
La edad también repercute en estas necesidades y entre más creces, buscas cierta estabilidad que te permita concebir el mundo desde un punto con aspiraciones y futuro, aunque no hablo de matrimonio, sino de un presente experimental donde dos personas crezcan como seres humanos compartiendo momentos. Ahora si que ando más idealista que de costumbre jaja.
Eso si, tienen la gran fortuna queridos lectores, de que las encuestas digan que la mujer es 80% sentimental y 20% sexual de lo cual me gustaría estar en contra como siempre, pero no puedo ya que me es sumamente imposible y creo que sería antinatural negar tal situación. Es por eso que la barbita perfecta, los ojos perfectos, el cuerpo perfecto y el perfecto trasero, quedan en segundo termino aquí jaja.
Solo me queda decir, querido lector, lectora, que el amor nace y luego se hace. La afirmación no es nada sexual, sencillamente es la afirmación de una realidad que hace triunfar a las parejas de una considerable estabilidad amorosa.
El deseo femenino puede que tenga variaciones como todo, puesto que somos distintas, pero lo que si me queda bastante claro es con que facilidad llegamos a deslumbrarnos. Fregado.
♪No me quiero acostumbrar
a no tenerte junto a mí♪