sábado, agosto 01, 2009

No amarré sus sueños a las cuatro patas de ésta cama fría

Aún me duele el pecho cuando te veo tan sincero y sin preocupación. Me gustas, qué cruz. Ojalá te observaras y me preguntaras qué es lo que te hace tan peligroso e inhumano. Yo encuentro consuelo en aquellos pero aún me duele el pecho cuando te veo tan así despabilado. Comenzaría por quitarte la pelusa de las cejas y mordería tu nariz para que sintieras que es verdad que no me muevo nunca. Suelo ser muy fría cuando se trata de mí, no me importa cerrar los ojos y levantarme con la misma cara y la escarcha de mi vida.
No ligo palabras, no sigo líneas de nada; me duele el pecho cuando te veo ahí sin morder ni un suspiro ni un recuerdo ni un yo tan de ti.


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