Nunca he tenido un sentimiento y tengo ojos verdes.

En duplicadas cuentas (para que resumidas no los incomode) admito que es terrible no ver estrellas de vez en cuando y que el calentamiento global nos valga un tomate (el pepino es una buena verdura, por eso no lo utilizaré en ésta denigrante oración). Recuerdo que a los 12 años quería darle un sentido de pertenencia a mi vida con unoséqué y me entregué por completo a la causa ambiental del Prof. Alfredo. Se parecía a Tony Balardy, su cabellera era signo de rizos mal formados y despeinados, cargaba consigo una agenda donde apuntaba cada movimiento que hiba a realizar y era un as para el manejo de la bicicleta. Estoy segura que hurtó los lentes de Armando Hoyos y de que nunca visitó el Polo Norte. Todo el tiempo nos invitaba a no ingerir papitas, no utilizar spray de ningún tipo e ir a limpiar algún cuchitril público. Así que la seriedad de mis actos me llevaron a peinarme con limón, comprar paletas de hielo sabor jamaica y limpiar un lote baldío cerca de la gran colonia Baja California. Actos que comunmente se realizaban los fines de semana y terminaban con alguna convivencia folklórica, donde las hazañas del buen profe tenían el honor de ser las invitadas principales. Son muy vagos los recuerdos. Mi memoria es un desastre pero me acuerdo de la sensación; ese cosquilleo que sientes cuando sabes que perteneces y más a los 12 años, cuando solo vives para el basquetbol y los sandwiches de bolonia con queso. ¡Uy, que bellos años!...

Mi madre aún se encarga de burlarse por tal situación y es comprensible, pero si algún día me llegaran a preguntar ¿Cual fué el primer proyecto de vida que tuviste? diré:

Salvar al mundo jaja.

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Está bien cometer errores,

Solo eres un humano,

Por dentro... todos esconden algo.