domingo, abril 29, 2007

Un pacto para vivir

Cuando tenía ocho años conocí a un niño llamado Luis que vivía enfrente de la casa de mi abuela. En aquellos tiempos, era casi obligatorio estar en esa casa conviviendo con la familia burrón y para variar, los nietos siempre tenían que hacer lo mismo de siempre: jugar. Pero no, a Luis y a mí no nos interesaba jugar futbol, beisbol, a las escondidas, al carrito y a todo aquello que nos exigiera un esfuerzo físico, simplemente pasabamos horas jugando baraja o perfeccionando nuestro juego en las maquinitas del afeminado de la otra cuadra.
Luis era como mi guarura y a donde yo iba el me seguía. Mi tía me decía que Luis era especial y que por eso tenía una deformación en el labio que le impedía hablar claramente, sin embargo, a mí era algo que no me importaba puesto que a los ocho años solo esperas tu barbie en navidad, así que con deformación o no, Luis era el amigo perfecto porque siempre hacia lo que yo quería y sobre todo me cuidaba.


Algo que voy a recordar hasta el día en que me muera será aquella vez en que uno de los primos malvados empezó a molestarnos y a decirnos que eramos novios. Mi esencia era contestarle hasta de lo que se iba a morir, pero la de Luis era siempre salir huyendo cada vez que alguien se acercaba para decirnos algo y regresar en un rato. Yo ya me había acostumbrado y siempre decía ya volverá. Pero esa vez no ocurrió así y estaba confundida por que pensaba que él se había enojado y ya no quería verme. La solución más rápida y factible en aquellos años de la infancia era la respuesta sabia de mi única fuente de información: mi madre. No está enojado contigo, solo que le dió vergüenza que le dijeran eso... ustedes está muy chiquitos para ser novios... y ella tenía razón, yo solo amaba a Shaquille O'neal y Ken era lo más cercano a un hombre perfecto. Al día siguiente regresó con una baraja nueva y me la regaló. Jugamos un rato, me dió un beso en la mejilla, salió corriendo y esta vez para ya nunca más volverlo a ver.

Tuve pocos amigos en la infancia y ninguno lo recuerdo tanto como a él. Digo recuerdo por qué Luis ya murió. Hoy por hoy, tendré que confesar la grata idea de que fué mi primer amigo y su amistad me deja en claro que la inocencia en el querer jamás se vuelve a presentar en tu vida con tanta pureza como cuando eres un niño, ya que al crecer aprendes que las personas son un tanto desconfiadas y entregan poco a poco sin desperdiciar nada por temor a llorar y sufrir.

Pero da igual, la vida es así; como una niña caprichosa que quiere que la ames o la odies a como de lugar, dejándonos en claro con sus experiencias que siempre consigue lo que quiere: que te quedes aquí, hasta que ella se canse de tí.








♪,,,,Si para tenerte aquí habría que maltratarte...
no puedo hacerlo, sos mi dios, te veo, me sonrojo y tiemblo,,,,♪

5 comentarios:

Aída A. dijo...

No te digo, si yo cuando era niña mi unico deseo era ser adulto y ahora que estoy medio en esa etapa me quiero regresar, nada como la inocencia de nuestra generacion... que por cierto dudo que exista en los niños de ahora que salen demasiado revolucionados.

Tapiocadas dijo...

esa pelicula ya la vi...
se llama mi primer beso.

Anónimo dijo...

Me haz enamorado con tus palabras, seguro eres una chica genial.

Muchas felicidades por ese talento y espero volver para encontrarme con otro pedazo de tu maravillosa personalidad.


Sergio

Orizschna dijo...

Hay gente que deja huella.
Y hay quienes se van siendo efimeros.
Que bueno que recuerdes, vivas y sientas.

Besitos!

Shinji dijo...

¿y la escena de sexo infantil?

..espero el director's cut.

Saludos!
:D