Mi madre es igual que yo. Yo soy igual que ella; solemos huir de las personas para que no nos vean débiles. Es mucho más fácil vernos alegres que derrumbadas. Cortantes; limitándonos a un simple si, a un simple no. Calladas; el silencio es un arma muy poderosa. Yo solo escribo, Ella está lavando. Ojos delatores; el color verde no sirve para disimular las secuelas del llanto desmesurado por la noche. Un abrazo y listo, con eso bastó. Pensé que esos cosquilleos de orgullo y decepción provenían de mi padre, pero ya vi que no.
La muerte ha sido tan silenciosa que empiezo a creer que el escándalo y el infortunio exagerados son mejores. Somos como bombas caminando y explotamos en el peor momento. No me gusta el silencio cuando viene con su reloj programado, con un poquito de pólvora y menos en mi madre.
Supongo que debo creer que hay paz y rezar.
Lo creo, lo hago, pero no dejo de indagarlo.
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