Cuando tenía ocho años conocí a un niño llamado Luis que vivía enfrente de la casa de mi abuela. En aquellos tiempos, era casi obligatorio estar en esa casa conviviendo con la familia burrón y para variar, los nietos siempre tenían que hacer lo mismo de siempre: jugar. Pero no, a Luis y a mí no nos interesaba jugar futbol, beisbol, a las escondidas, al carrito y a todo aquello que nos exigiera un esfuerzo físico, simplemente pasabamos horas jugando baraja o perfeccionando nuestro juego en las maquinitas del afeminado de la otra cuadra.
Luis era como mi guarura y a donde yo iba el me seguía. Mi tía me decía que Luis era especial y que por eso tenía una deformación en el labio que le impedía hablar claramente, sin embargo, a mí era algo que no me importaba puesto que a los ocho años solo esperas tu barbie en navidad, así que con deformación o no, Luis era el amigo perfecto porque siempre hacia lo que yo quería y sobre todo me cuidaba.
Algo que voy a recordar hasta el día en que me muera será aquella vez en que uno de los primos malvados empezó a molestarnos y a decirnos que eramos novios. Mi esencia era contestarle hasta de lo que se iba a morir, pero la de Luis era siempre salir huyendo cada vez que alguien se acercaba para decirnos algo y regresar en un rato. Yo ya me había acostumbrado y siempre decía ya volverá. Pero esa vez no ocurrió así y estaba confundida por que pensaba que él se había enojado y ya no quería verme. La solución más rápida y factible en aquellos años de la infancia era la respuesta sabia de mi única fuente de información: mi madre. No está enojado contigo, solo que le dió vergüenza que le dijeran eso... ustedes está muy chiquitos para ser novios... y ella tenía razón, yo solo amaba a Shaquille O'neal y Ken era lo más cercano a un hombre perfecto. Al día siguiente regresó con una baraja nueva y me la regaló. Jugamos un rato, me dió un beso en la mejilla, salió corriendo y esta vez para ya nunca más volverlo a ver.
Tuve pocos amigos en la infancia y ninguno lo recuerdo tanto como a él. Digo recuerdo por qué Luis ya murió. Hoy por hoy, tendré que confesar la grata idea de que fué mi primer amigo y su amistad me deja en claro que la inocencia en el querer jamás se vuelve a presentar en tu vida con tanta pureza como cuando eres un niño, ya que al crecer aprendes que las personas son un tanto desconfiadas y entregan poco a poco sin desperdiciar nada por temor a llorar y sufrir.
Pero da igual, la vida es así; como una niña caprichosa que quiere que la ames o la odies a como de lugar, dejándonos en claro con sus experiencias que siempre consigue lo que quiere: que te quedes aquí, hasta que ella se canse de tí.
♪,,,,Si para tenerte aquí habría que maltratarte...
no puedo hacerlo, sos mi dios, te veo, me sonrojo y tiemblo,,,,♪