Me he vuelto una chica de pocas palabras. Increíblemente me olvido de cómo decir, pronunciar ó balbucear en muchos aspectos de mi vida. Creo que todo esto tiene que ver con el hecho de que mi mundo se ha vuelto muy masculino. Mis mentores me dan lecciones de vida desde un punto totalmente diferente a mi sentido sencible y lleno de estrógenos. Son unos cabrones.
O también se lo adjudico al miedo. Temor de volver a comenzar y de nueva cuenta escribir de lo mismo. No cabe duda que dejar de leer es como quedarte inválido. No cabe duda que duele más cuando te lastiman sin intención.
Probablemente también sea que ya no confío ni en mi propia sombra. Mis pensamientos ya no llegan a mi boca y mucho menos a mis dedos de la manera que yo quiero, hay una interferencia maquiavélica que me juega una broma y cometo errores garrafales y menciono cosas que no deben mencionarse.
Pero mientras son peras o son manzanas, seguimos aquí viviendo los días pisteables y fumables.
O también se lo adjudico al miedo. Temor de volver a comenzar y de nueva cuenta escribir de lo mismo. No cabe duda que dejar de leer es como quedarte inválido. No cabe duda que duele más cuando te lastiman sin intención.
Probablemente también sea que ya no confío ni en mi propia sombra. Mis pensamientos ya no llegan a mi boca y mucho menos a mis dedos de la manera que yo quiero, hay una interferencia maquiavélica que me juega una broma y cometo errores garrafales y menciono cosas que no deben mencionarse.
Pero mientras son peras o son manzanas, seguimos aquí viviendo los días pisteables y fumables.