Javier descanza en mis brazos como un delicado pan con cajeta. Adoro la cajeta y él odia que lo compare con adjetivos melosos como dulzura, caramelo, pastel, miel, mermelada, alfajor, ternurita; es inevitable no sentir su piel y pensar que no es un algodón de azúcar y cuando está en silencio los mismos coros del harlem gospel cantan mi melodía favorita.
Al oído le repito inseparables y él odia que se lo diga. Pero cómo no pensarlo cuando abrazados hacemos el amor, probándonos y armando conjeturas de nuestros cuerpos. Lo amo tanto y lo escribo tanto; él odia que lo escriba, que lo diga y que lo piense.
Estamos tan juntos, tan rojizos. El descanza en mí como un dulce bañado en miel y estoy segura que él odiaría estar aquí.
Al oído le repito inseparables y él odia que se lo diga. Pero cómo no pensarlo cuando abrazados hacemos el amor, probándonos y armando conjeturas de nuestros cuerpos. Lo amo tanto y lo escribo tanto; él odia que lo escriba, que lo diga y que lo piense.
Estamos tan juntos, tan rojizos. El descanza en mí como un dulce bañado en miel y estoy segura que él odiaría estar aquí.